Una cámara muy especial
Cualquiera que se acerque a la Mina de Recesindes tiene sorpresa garantizada y no solo por el tamaño de la mámoa (túmulo de tierra) de 25 metros de diámetro, sino por la cámara escondida. Su forma, poligonal, casi circular y con corredor, no es muy habitual en A Costa da Morte. Pero es la colocación de las seis losas de piedra del dolmen lo que lo hace excepcional, porque están magníficamente trabajadas para encajar, con precisión milimétrica, sin dejar ningún espacio entre ellas. Incluso se puede ver cómo están regularizadas en la parte superior para poder colocar perfectamente la tapa, de la que a día de hoy no quedan rastros.
Este monumento forma parte de una necrópolis megalítica de la que se conservan otros dos túmulos al suroeste, y dos más fueron destruidos con la construcción de la carretera que pasa justo al lado de la Mina.
Hay noticias de excavaciones realizadas por buscadores de tesoros durante la Guerra Civil, en 1936 en las que, según un vecino, se encontraron dos hachas de piedra y una cazuela.